(Con
la ayuda de Anton Chejov)
Gorka Gogor,
redactor del periódico El Cornetín, hombre apagado, rictus triste,
pies planos, alcohólico letárgico, bebía cerveza de una jarra de
litro junto a su colega Pintxo Poto, con mofletes de radiante
optimismo, palabrero insaciable, pero que sabía escuchar cuando
bebía café.
- ¿Por qué
me haces esto, GeGe? Llevamos cerca de quince minutos en la barra de
este bar cuando deberíamos estar en el barrio de Torrejuna, que es
donde han encontrado a una anciana sin orejas. Ya sé que el
estropicio no da más que para cuarenta líneas, pero la foto se la
lleva el primer soplagaitas.
Mejor que el sádico le hubiera sacado un ojo. Así me daba la cosa para cien renglones. Un ojo fuera produce más repelús que dos orejas. El corte de las ternillas te permite hacer algún chiste malvado. El ojo te abre el camino de la psicología y te da pie para hablar de la maldad que campea en el mundo y de la rudeza de los delincuentes contemporáneos. Sin embargo, las orejas se pueden cubrir con un peinado gracioso y que el Diablo me tiente. ¡Es lo que hay! ¡No más de cuarenta líneas! Pero si no achicas la jarra ¡ya!, no escribiremos ni fin.
Mejor que el sádico le hubiera sacado un ojo. Así me daba la cosa para cien renglones. Un ojo fuera produce más repelús que dos orejas. El corte de las ternillas te permite hacer algún chiste malvado. El ojo te abre el camino de la psicología y te da pie para hablar de la maldad que campea en el mundo y de la rudeza de los delincuentes contemporáneos. Sin embargo, las orejas se pueden cubrir con un peinado gracioso y que el Diablo me tiente. ¡Es lo que hay! ¡No más de cuarenta líneas! Pero si no achicas la jarra ¡ya!, no escribiremos ni fin.
- ¿No decías que tu café lo
habían hecho en una fundición?-dijo el columnista Ge-Ge.
- Puedo
bebérmelo de un trago y partir al tajo como una centella. Siempre te
puedes encontrar con una vecina que sabe más que el quién y el qué.
Así, una galernilla se hace galerna y con un poco de aquí, otro
poco de allá y con ingenio, cuarenta líneas pueden llegar a cien.
- Cada día
me enfango más en mi incompetencia. Llegar a la conclusión de que
nada ni nadie merece la atención de un plumífero es sinónimo de
fracaso. Vivir en un mundo donde los sucesos se repiten todos los
días, donde la originalidad no existe porque el género humano porta
la semilla de la maldad allí a donde vaya. Y así se aniquilan los
unos a los otros, se escupen, se roban las gallinas o los coches o
las tarjetas de crédito. ¡Hasta la madre que nos parió! Ya todo
está escrito. Las hojas de los periódicos de hoy son fotocopias de
las de ayer, las noticias de los telediarios se hacen eco de la
violencia de género del día, del bajo nivel de los políticos, de
las manos negras que limpian el dinero de la hacienda pública. Se me
borran las letras de las teclas de mi ordenador cuando hago
tribunales y describo la muerte del fallecido: <<El cadáver
presentaba un surco en el cuello con una “erosión apergaminada y
aplastada” y la tráquea fracturada, fruto de un “estrangulamiento
a lazo” con el cable de las planchas del pelo. >> ¡Oh,
paciente Job! Lo más trágico es que cuanto más envejezco más
cosas sé y me da lástima gastar las hermosas palabras de nuestro
lenguaje en sucesos habituales.
Ge-Ge se quedó en silencio con
su tristeza latente en su rostro.
- Para no dejarte solo, beberé
una jarra de cerveza. ¿Y si nos quedamos aquí tan ricamente?-dijo
Ge-Ge. de pronto.
- ¡El deber nos llama, amigo!
- Escucha. No
hay día que no piense en noticias tremendas, horripilantes,
explosivas, que pongan los pelos de punta. Entonces sí que me
pondría a escribir de inmediato. Los grandes sucesos necesitan
buenos periodistas. Cualquier profesional mediocre describe un
suicidio, detalla un atraco, escribe sobre los paraísos fiscales o
anuncia la invasión de cerdos enanos. Es lo que hay. ¡Pero si un
grupo rebelde islamita tomase el Vaticano por asalto y secuestrara al
Papa o digamos que la luna dejara de dar vueltas alrededor de la
tierra y se diese el piro.
¿No te pondrías a escribir el artículo de tu vida si un anochecer descubres que tu mujer se ha ido a vivir con su madre para siempre jamás? ¡Oh, Dios! ¡Qué breva!
¿No te pondrías a escribir el artículo de tu vida si un anochecer descubres que tu mujer se ha ido a vivir con su madre para siempre jamás? ¡Oh, Dios! ¡Qué breva!
- Mi matrimonio navega en una
balsa de aceite. Mis dos hijitas y mi mujer son como dos capullos y
una rosa en su máximo esplendor- dijo Pe-Pe acariciándose sus
mofletes de hombre feliz.
- Ya le
llegará el tiempo de palidecer a tu rosa festiva. Entonces clavará
las espinas de su reseco tallo allí donde más daño te haga. No
esperes que tus dos capullitos acudan en tu ayuda. Ellas querrán
estrenar un vestido todos los meses y tendrás que usar los ahorros
de tu vida para hacerles el ajuar cuando cacen a dos gárrulos
insoportables. Todavía eres un inocente palomo que no piensa en los
puñales que pinta la noche oscura. ¡Qué Dios te ayude a llegar a
mis años con tu feliz optimismo!
Pe-Pe ojeó
sin disimulo el aspecto de su colega. Lo hizo como si acabara de
conocer. Observó que su cuerpo había alcanzado las dos
características fundamentales de los grandes alcohólicos: culo
escurrido y cara de caballo.
- ¿Qué miras?- le preguntó
Ge-Ge mosqueado.
- Investigo tus particulares
características. De un tiempo acá actualizo en mi memoria los
cambios de fachada de mis amigos.
- ¿…?
- No tiene
importancia. Es para mi fichero particular. Veo que se te ha alargado
el rostro, que te ha crecido la dentadura y que has perdido peso-
dijo Pe-Pe con sorna manifiesta.
- Ningún gordo soporta con
estoicismo las bromas. El tocino se les avinagra de la rabia que
sienten. ¿Qué he dicho que te haya podido hacer daño? ¿Acaso que
tu mujer, hoy rosa lozana, te va a clavar sus pinchos cuando llegue a
vieja? Adivino que has montado tu pequeño circo para decirme con
perífrasis que estoy alcoholizado. La cerveza no emborracha, colega.
Lo que emborracha es el café. ¡Emborracha y mata!
- El café te
mantiene despierto. El alcohol te duerme. Por eso los buenos
periodistas amamos el café.- dijo Pe-Pe con ganas de pelea.
- Quizás lleves razón. Sin
embargo, para contar que anda un poda orejas suelto por la ciudad no
se necesita estar excitado. Prefiero seguir enamorado de la priva
para ver confusa la vida. Resulta muy aburrido escribir todos los
días la misma noticia. La sangre alborotada me llevaría al
suicidio. ¡Al carajo las orejas!- dijo Ge- Ge limpiando la jarra de
cerveza de un trago.
Se abrochó
la americana y se fue a casa caminando de costado para esquivar el
viento. Su hogar era triste. Tan triste como una iglesia sin
iluminar. Su mujer, Gorgonia Mandiola, vivía amargada desde que
abortó un feto muy crecido con todas las partes de varón en su
sitio. Era un niño raro, aunque se veía que se trataba de un chico
sin terminar. Gorgonia conservaba a su hijo en un frasco de alcohol.
Lo tenía encima del aparador del comedor. Gorgonia no tuvo más
hijos y se consolaba hablando con el feto. Ge-Ge exigía a su mejer
que cubriera el frasco del feto cuando él se encontraba en casa.
También recordaba a su esposa que no faltara orujo. Ge-Ge, algunas
veces, se volvía medio loco e insultaba con mucha maldad a Gorgonia.
También le estiraba de la nariz y le escondía los dientes postizos
de arriba. Todavía enloquecía más si Gorgonia se olvidaba de
cubrir el feto. Entonces gritaba hasta escupir sangre y lloraba
bramando barbaridades. Detrás de la puerta de los hogares suceden
cosas impensables. Precisamente aquel maldito día que, al parecer,
el único suceso que hubo en la ciudad fue la aparición de una
anciana sin orejas, Gorgonia Mandiola se olvidó de comprar orujo y
no cubrió el frasco con el paño de terciopelo azul. La pobre mujer
llegó a casa pensando lo peor. Sin embargo, encontró a su marido
tranquilo. Y es que, para entonces, Gorka Gogor ya había abierto el
frasco, había tirado el feto por la ventana al perro de la vecina y
se había bebido el alcohol. Después escribió lo que había hecho y
lo mandó al periódico.
FIN
Arrigunaga (GETXO) 19 de abril
de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario